La esperanza de un cambio se cocina a fuego lento en el presente

No se trata “de comida rápida” o un plato crudo para degustar a la ligera, es un banquete por que requiere seleccionar bien los ingredientes, prepararlos adecuadamente y tomarse su tiempo para que quede en el punto justo de cocción. Esto ocurre cada vez que ofrecemos oportunidades para que mujeres venezolanas tomen conciencia del valor de cocinar, se formen para profesionalizarse en el oficio, rescaten las tradiciones de su pueblo, logren trabajar para generar ingresos, se conviertan en protagonistas de la buena alimentación de sus familias y, por consecuencia, en agentes de cambio de sus comunidades.

“La alimentación es un enlace. Un enlace entre cuerpos. Se cocina, se ofrece, se come para unirse al otro”. Esta frase del Mons. Aldo Giordano ofrece una dimensión extraordinaria del valor que tiene el acto de cocinar y preparar alimentos. Porque si el trabajo es una dimensión fundamental de la relación entre cada persona y la realidad, cocinar constituye una labor cotidiana que conjuga la expresión del ser y la posibilidad de servir al otro. A través de la cocina se comunica lo que somos, y el fruto de nuestro trabajo llega a formar,  literalmente, parte del otro cuando el

paladar se deleita con los sabores generados en el proceso de transformar ingredientes en algo que “hace bien y se hace bien”.
“Las palabras sabio, sabedor, sabiduría, tienen las mismas raíces que sabor, sabroso, saborear —prosigue Mons. Giordano—. Podemos decir entonces que la sabiduría es un ejercicio del gusto. Una de las primeras cosas que aprendimos en la vida es la identificación de sabores y el juicio sobre los alimentos buenos o malos, a través de los alimentos de la cocina familiar, especialmente a través de los de la madre y la abuela. Esta fue la primera escuela para aprender a juzgar, y aprender la capacidad de probar la vida y el mundo. Un primer paso para adquirir sabiduría”.
El documento que tienen en sus manos está lleno de sabiduría y sabor popular, que pretende ser una obra en constante desarrollo. Entre sus ingredientes están: el valor de la persona y del trabajo que implica cocinar, la importancia de la mujer en la sociedad, la posibilidad de una alimentación balanceada y conectada con la tradición culinaria de nuestros pueblos y, finalmente, el valor de emprender, todos ellos combinados parar elaborar platos que permitan mejorar las condiciones de vida de muchas personas. Por eso, esto es mucho más que un recetario, es la documentación de una vida que transforma, una mirada a 360 grados del cambio que se puede generar en nuestra sociedad.

Alejandro Marius